lunes, 10 de agosto de 2015

Israel, Jesús y Pablo.

El cristianismo tiene antecedentes judíos. Dios creó el mundo, más tarde el hombre se reveló contra Dios y éste los castigó con la expulsión del jardín del Edén y la entrada de la muerte en el mundo.
La desobediencia del hombre a Dios se refleja en toda la Bíblia.
Año 1000 a. C., hubo tres reyes en Israel (Saúl, David, Salomón), entonces Israel estaba unido y vivía una época de grandeza política, militar y cultural.
Los reyes obtenían, gracias al pueblo, el título de “Mesias” que significa “el ungido”. Eran intermediarios entre Dios y el pueblo. Se les llamaba “hijos de Dios” y el país era el “reino de Dios”.
Luego Israel se dividió en dos norte (Israel) y sur (Judea). El año 722 el norte fue invadido por asirios y el año 586 el sur conquistado por babilonios. El templo fue destruido y el pueblo conducido a Babilonia. Esta “prisión babilonica” duró hasta el 539 en que el pueblo vuelve a Jerusalén para reconstruir el templo.
Los judíos se preguntaban por qué se había disuelto su reino y estaban sometidos a tantas desgracias, si Dios había prometido proteger a Israel. Pero también sabían que habían incumplido los Mandamientos y creían que lo que les pasaba era el castigo de Dios a su desobediencia.
Desde el año 750 a. C. Surgieron profetas que decían “Un día Dios juzgará a Israel” eran profecias del juicio final. Otros profetas decían “dios salvará parte del pueblo” “Este pueblo que camina en la oscuridad verá una gran luz” eran profecías de salvación.
En la época de Jesús había gente que pensaba que llegaría un nuevo “Mesias” como lider político, militar y religioso. Este “salvador” acabaría con el sufrimiento de los judíos.
Siglos antes de Cristo los profetas pensaban que el “Mesías” sería el salvador del mundo entero.
Llega Jesús que utilizaba las palabras “Hijo de Dios” “Reino de Dios” “Mesías” “Salvación”. Las masas le reconocen como salvador del pueblo, y Él dice: “ha llegado la hora” “El Reino de Dios está próximo”. Jesús dejó claro que no era un rebelde militar ni político. Predicó la salvación y el perdón de Dios para todos los hombres. Jesús decía: “te absuelvo de tus pecados” y llamaba “Padre” (Abba) a Dios, esto era escandaloso para algunos y acabaron ejecutándolo.
El pueblo esperaba un general que instaurara el “Reino de Dios” y llegó Jesús diciendo: “el Reino de Dios” o “Nuevo Pacto” es amar al prójimo como a ti mismo, amar a los enemigos, cuando te golpean “pon la otra mejilla” “perdona no siete veces, sino setenta veces siete”, un sinvergüenza o defraudador es justo ante Dios si se dirige a Él y le pide perdón. No podemos salvarnos a nosotros mismos. Ningún hombre es justo ante Dios, pero su misericordia es tan grande que nos perdona si nos ponemos delante de Él y le pedimos perdón. Su mensaje de salvación rompía tantos intereses y posiciones de poder que fue necesario quitarlo de en medio.
Según el cristianismo Jesús murió por los hombres (“muerte redentora”), asumió la culpa de todos los hombres para que pudiéramos reconciliarnos con Dios y salvarnos de su castigo.
Empezaron los rumores de que Jesús había resucitado. Así demostró que era algo más que un hombre, y que en verdad era “Hijo de Dios”.
Pablo dijo: “Si Cristo no ha resucitado, nuestro mensaje no es nada y la fe no tiene sentido”. Pablo poco después de la muerte de Jesús se convirtió al cristianismo y convirtió este en una religión mundial.
Más tarde , en la plaza de Atenas habló con filósofos que le preguntaron -¿podemos saber que nueva doctrina enseñas?-. Ya se intuía un choque entre la filosofía griega y la doctrina cristiana. En la plaza Pablo pronunció este discurso:
-¡Atenienses! Veo que sois muy religiosos. Me he encontrado un altar con esta inscripción “A un Dios desconocido”, lo que venerais sin conocer es lo que yo vengo a anunciar. Dios, no está lejos de nosotros, porque en Él vivimos, nos movemos y existimos. Ha tolerado tiempos de ignorancia pero ahora nos dice: “daros la vuelta”. He fijado el día en que juzgaré al mundo con justicia y para ello he elegido a un hombre.
Con Pablo el cristianismo empieza a entrar en el mundo grecorromano. Pablo señala que la búsqueda de Dios es inherente al ser humano. Dios se ha revelado ante los hombres y ha ido a su encuentro. No es un “Dios filosófico” ni se parece a “una imagen de oro, plata o piedra”, es un Dios personal que interviene en la Historia.
Algunos se unieron a pablo y empezaron a creer en el cristianismo, entre ellos había muchas mujeres.
En el transcurso de 300 a 400 años todo el mundo helenístico se había cristianizado.

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